Del latín "Legalis"
La lealtad es un sentimiento que se convierte en virtud. Comprometiéndose con uno mismo en defender con fidelidad nuestros principios y creencias con franqueza, honradez, rectitud y valor.
La lealtad a Gaivs Lvlivs Caesar era impresionante. Vamos a referirnos a este personaje histórico por su nombre más conocido: Cayo Julio César, político y militar.
Nació el trece del mes "quintilis" de acuerdo al calendario romano; después, en su honor, se adoptó como el mes de Julio. Procedía de la familia Julia, patriciada pero no muy adinerada. Sin embargo, tenían fama de inteligencia, prestigio y categoría. Educaron a César con esmero, y culminó sus estudios de retórica y filosofía en Rodas. Fue un intelectual amante de la lectura romana y foránea, extraordinario orador, y escritor de sus propias crónicas de guerra. Empezó su vida política desde abajo, metiéndose en los arrabales aprendió que a la plebe gustaba le pagaran obras, bienes y comida. Con esas herramientas los cautivó, y ocupó en la antigua Roma casi todos los puestos públicos, y en todos se desempeñó eficientemente. Entre tantos cargos ocupó el de máxima autoridad religiosa, recaudador de impuestos en España, y gobernador de las Galias Cisalpinas y Narbonenses.
Nació el trece del mes "quintilis" de acuerdo al calendario romano; después, en su honor, se adoptó como el mes de Julio. Procedía de la familia Julia, patriciada pero no muy adinerada. Sin embargo, tenían fama de inteligencia, prestigio y categoría. Educaron a César con esmero, y culminó sus estudios de retórica y filosofía en Rodas. Fue un intelectual amante de la lectura romana y foránea, extraordinario orador, y escritor de sus propias crónicas de guerra. Empezó su vida política desde abajo, metiéndose en los arrabales aprendió que a la plebe gustaba le pagaran obras, bienes y comida. Con esas herramientas los cautivó, y ocupó en la antigua Roma casi todos los puestos públicos, y en todos se desempeñó eficientemente. Entre tantos cargos ocupó el de máxima autoridad religiosa, recaudador de impuestos en España, y gobernador de las Galias Cisalpinas y Narbonenses.
Se reveló contra su propio aliado, el genio militar, Pompeyo. Aprovechó el descontento popular por la corrupción endémica de Roma y la caída moral y económica de la sociedad. Sus militares y la plebe, juraron seguirle sin dinero, sólo por lealtad. Cruzó el río Rubicón, su frontera de las Galias, y guerreó tres años. Contra todo pronóstico derrotó al general Pompeyo y llegó tras él hasta Egipto, donde había buscado refugio con los Ptolomeos.
En realidad, César no pretendía capturar y matar a Pompeyo, sino evitar que, por la falta de lealtad entre sus militares, le mataran; al verle derrotado y exiliado. Llegó tarde, un día después del cumpleaños del general Pompeyo, un guardia de su entorno lo decapitó y entregó su cabeza a los Ptolomeos, y estos se la entregaron a César a su llegada. César sintió asco de tanta sumisión y lisonjería. Antes de tomar parte en la guerra Alejandrina, y ponerse del lado de Cleopatra, investigó, arrestó y mató a todos los implicados en la decapitación de Pompeyo. Los militares de Pompeyo se le unieron al ver la hidalguía de César.
Regresó a Roma y se declaró dictador vitalicio con derecho a decidir sobre la paz, la guerra y la economía, sin consultar al pueblo ni al senado. Gobernó el imperio con mano firme pero eficiente; a tal punto, que a él mismo le parecía inverosímil tanta tranquilidad. De modo que reunió a sus militares de confianza y les pidió recabar en todo el imperio, información de inconformidad o descontento popular.
Todos regresaban con la misma respuesta: ¡Sin novedad! ¡Todo es paz! ¡Todos adoran al César!
Él era demasiado inteligente para creerlo. Insistió, hasta que un súbdito le dijo, lo único que he visto es a un loco que se para en las esquinas a decir que él era amigo del general Pompeyo.
¿Y cómo sabes que es loco? Le pregunto César.
Todo el mundo lo dice, respondió el súbdito.
¡Tráiganme a ese loco! Ordenó el César.
Cuando regresaron los súbditos, hicieron la reverencia pero el loco no. Entonces le dijeron: ¡Inclínese! Ya le iban a golpear pero el César les quitó la mala intención.
Se levantó del sillón imperial, caminó hacia él y le preguntó: ¿Cómo te llamas?
Me llamo Paunias, señor, respondió el hombre.
César le miró fijamente y le preguntó: ¿Tú eras amigo de Pompeyo?
El hombre respondió sin vacilar: no señor, yo no era amigo de Pompeyo, yo soy y seré siempre amigo de Pompeyo. ¿O piensa que porque estoy frente a usted voy a negar al más grande de todos los generales nacidos en este imperio?
César no le respondió, se dirigió a sus súbditos y les ordenó: ¡Todo lo que Paunias desee, a partir de hoy, le será dado!
Un día, mientras César estaba reunido con súbditos y militares, le dijeron: Señor, hemos estado siempre guerreando y trabajando a su lado. Paunias renegó de usted en su cara, y usted le ha convertido en patricio.
César les respondió: ¡Daría todo lo que tengo, hasta mi propio imperio, por un Paunias!